LA JUVENTUD RURAL MEXICANA ES DIVERSA, HETEROGéNEA Y EXPERIMENTA PROCESOS SO- ciales y económicos que restringen la posibilidad de inclusión en el mercado de trabajo formal. Los jóvenes rurales registran una tasa mayor de desempleo y una remuneración menor en comparación con la población rural adulta, a pesar de que cuentan con mayor escolaridad (Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2010; Contreras Molotla, 2018a). El acceso al mercado de trabajo está restringido por la baja demanda de mano de obra a lo largo del año y emplea con mayor regularidad la fuerza de trabajo masculina.
El acceso a las parcelas de cultivo familiares se encuentra restringido para la mayor parte de la juventud, para la cual continúa siendo el único medio de subsistencia, limitando su potencial productivo por la fragmentación que impide que las nuevas generaciones sobrevivan exclusivamente de esta actividad (Pacheco, 1999, 2013).
Por otra parte, el envejecimiento de los productores plantea en el corto y mediano plazo la sucesión de las tierras agrícolas, que influye en la decisión de permanencia o salida de la juventud rural. De acuerdo con su percepción, es bastante trabajo físico por una baja remuneración, y prefieren obtener ingresos más elevados desarrollando actividades que requieren un menor despliegue físico. Esto promueve que la juventud rural se desvincule gradualmente de las actividades agrícolas como medio principal de sustento económico.
Las mujeres jóvenes se encuentran con desventajas frente a los hombres, debido a que gran parte de ellas no quedarán al frente de las parcelas familiares y tendrán que buscar alternativa laboral y de vida fuera de sus poblados (Breitenbach & Corazza, 2017). Estos factores incentivan la formación e incursión en mercados de trabajo fuera de la localidad, estimulan los procesos de movilidad e intensifican intercambios con las ciudades que transforman gradualmente los espacios rurales (González Fernández & Montero Logroño, 2018).
La formación escolar alcanzada por la juventud rural es insuficiente para competir en el mercado de trabajo por puestos de trabajo formales. Esto se debe a que la mayor parte de la juventud no cuenta con acceso a la infraestructura educativa media superior o superior cerca de su lugar de residencia. Adicionalmente, se encuentra en desventaja con la formación que recibe, porque no se compara cualitativamente con la que se proporciona en los centros urbanos (Escobar, 2018).
Otro aspecto que impide y trunca la formación se encuentra asociada con las carencias en el acceso a las instituciones de educación media superior y las condiciones de precariedad económicas por las que atraviesan sus familias (Sánchez & Jiménez, 2012). La suma de estos condicionantes excluye a la juventud rural de la formación superior. Es poco frecuente encontrar trayectorias escolares exitosas y fructíferas que superen la formación técnico-profesional o profesional que permita modificar sus condiciones de vida futuras. Especialmente cuando se hace referencia a la población hablante de lengua indígena (Vázquez & Ortiz, 2018). Los jóvenes que logran acceder a la formación superior se establecen cerca de los centros de trabajo que se encuentran en las ciudades, lo que representa el abandono temporal o permanente de los poblados de origen y se diluye la perspectiva de permanencia y arraigo (González Fernández et al., 2021; Breitenbach et al., 2021).
Por otra parte, la polarización del mercado de trabajo rural demanda pocos empleos que requieran formación técnica y/o profesional, como profesores, médicos, enfermeras, secretarias, técnicos vinculados a la producción agroindustrial, al uso de maquinaria especializada, y, en contraparte, demanda un amplio conjunto de empleos manuales, inestables, con baja remuneración, sin acceso a prestaciones laborales y seguridad social (Barrón & Hernández, 2016).
El limitado desarrollo y demanda de mano de obra del mercado de trabajo rural han impulsado la improvisación y la incursión en actividades no agropecuarias, por lo que ha perdido centralidad económica la producción agrícola familiar en las últimas décadas, incluso se ha reflejado en la transformación de la estructura ocupacional rural, en la que predominan las actividades no agrícolas (Grammont, 2009).
El crecimiento de las ocupaciones no agrícolas se puede considerar como una respuesta de las familias para hacer frente a la pérdida de la rentabilidad de la agricultura y la exclusión de los pequeños y medianos productores de la política agrícola nacional, que se acentuó a partir de las transformaciones estructurales impulsadas por la apertura comercial (Saavedra & Rello, 2012); con este rezago, tardará varios años para que los campesinos recuperen su productividad.
La pérdida de la centralidad de las actividades agrícolas ha marcado un proceso de desagrarización (Losch, 2011). Sin embargo, esta desagrarización se ha presentado como un proceso parcial o incompleto (Grammont, 2016). Aún se desconoce si se presentará una transición definitiva o permanecerá su forma híbrida. Por el contrario, parece una urbanización de los espacios rurales, desde el punto de vista de la incorporación de las prácticas en la vida citadina, que se refuerza entre la juventud con un uso intensivo de las tecnologías de comunicación (TIC). A este proceso se ha sumado la movilidad cotidiana entre los espacios escolares, de trabajo y de residencia (Hernández & Jardón, 2018). Por tanto, la juventud rural es la que incorpora e impulsa las transformaciones culturales en las sociedades rurales y ha construido expectativas de vida distintas a las de sus progenitores.
Juventud rural
Casal et al. (2006) plantean que, desde la sociología, se ha abordado a la juventud desde dos perspectivas amplias; una tiene sus orígenes en una visión funcionalista que contempla el ciclo vital en la que se divide la vida en distintas etapas y otra en la que se contempla el conflicto generacional. Estas dos visiones las consideran como parciales de la realidad, y que la perspectiva biográfica y longitudinal es la que proporciona más elementos para explicar las condiciones de la juventud contemporánea, porque permite establecer vasos comunicantes entre la perspectiva del ciclo vital y de la generación, a través de la inclusión de los itinerarios y la trayectoria, que se asocian con la estructura social, la segmentación, la clase social, la etnia, el género y la migración.
El estudio de la trayectoria biográfica en los estudios de población contempla los eventos que marcan la transición a la vida adulta, utilizando información longitudinal o retrospectiva, y pone especial atención en cinco eventos: la salida de la escuela, el primer empleo, el final de la corresidencia con los padres, la primera unión y la llegada del primer hijo. Estos estudios tienen su origen en el análisis de la población de Estados Unidos. Hogan (1980) señala que existe un patrón normativo que es influenciado por la biografía del individuo y la estructura social. Analiza la convergencia del patrón y la emergencia de trayectorias entre distintas generaciones, la duración de cada una de las etapas y el tipo de secuencia.
El tema de la juventud es abordado con mayor frecuencia en los estudios urbanos en comparación con los estudios rurales. Esto se debe a que cobra un mayor sentido el análisis de los eventos y secuencias que van del inicio de la adolescencia a la emancipación. Durante este periodo se observa que la etapa formativa tiene mayor significado entre los jóvenes de las ciudades porque tienen mayor acceso a los servicios educativos en comparación con la juventud rural.
El retraso en la emancipación y la prolongación de las etapas a la vida adulta consideran aspectos estructurales, como la demanda en el mercado de trabajo que exige mano de obra altamente calificada, el bajo nivel de remuneración y el encarecimiento del costo de la vivienda, que, en su conjunto, prolongan el tiempo y secuencias entre las distintas etapas, lo que prolonga la emancipación de la juventud urbana. Entre la población rural estas etapas suelen tener una menor duración, ocurriendo con mayor rapidez debido a la limitada oferta educativa, la incorporación a las tareas familiares, la inserción en el mercado de trabajo, la unión y la formación de un nuevo hogar (Durston, 1998; De la Torre, 2014).
Durston (1998) propone que la vida rural se puede analizar a través de varios eventos significativos que se experimentan a lo largo de la vida, como: la etapa escolar, la cooperación en las labores de los padres, la unión, los padres jóvenes, la inserción en el mercado de trabajo, el jefe de un hogar extendido, la pérdida del control sobre los hijos, la concesión de la herencia anticipada de la tierra y la fase de ancianos independientes. Indica que estos eventos no aparecen de manera lineal e incluso pueden ocurrir de manera simultánea. Y señala que la trayectoria individual de la juventud busca su independencia económica, situación que genera tensiones por los recursos entre padres e hijos.
Kessler (2005) señala que el estudio de la juventud rural en América Latina refleja la carencia en el desarrollo teórico. Las investigaciones se abordan principalmente desde el punto de vista cualitativo y contemplan temas como: identidad, familia, educación, trabajo, ocio, participación política, migración, estrategias frente a la pobreza, percepción del futuro y la cuestión indígena. En estudios más recientes se puede agregar la cuestión medioambiental, la movilidad, el arraigo, el cuidado de los recursos, la migración internacional, los temas de cuidado, entre otros (González Fernández, 2012).
En este contexto es indispensable que la juventud rural tenga acceso a una formación de calidad, porque representa el presente y futuro de los ciudadanos que integrarán la sociedad rural en el mediano y largo plazo. Esto contribuirá a que se puedan construir mejores escenarios sociales y económicos, a través del impulso en el desarrollo local y regional. Por tanto, en este trabajo se presenta un análisis regional de las principales características sociodemográficas y ocupacional de la juventud rural de México entre 1990 y 2020. Y también se evalúan los factores que propician la inserción laboral.
Se debe recordar que durante el confinamiento y el cierre de actividades causados por la pandemia de covid-19, se mostró la fragilidad en el acceso y permanencia en los empleos no agrícolas que se desempeñaban en las ciudades, lo que repercutió en las condiciones económicas de los hogares rurales, con la reducción de su ingreso, y algunos perdieron sus empleos (Leyva, 2021; Contreras Molotla, 2023). En algunos casos las localidades se volvieron un refugio y, al detenerse las actividades industriales y de turismo cercanas a las comunidades, se favorecieron el consumo local, el retorno a algunas actividades agrícolas para el autoconsumo y la transmisión del conocimiento entre generaciones en las actividades agrícolas.
Datos
La fuente de información estadística empleada para la generación de la información es la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y de 2020. La selección se justifica por el tamaño de la muestra, que permite desagregar sin dificultades la información para las localidades rurales1 y hacer estimaciones representativas sobre la población rural joven (población entre 15 y 29 años de edad) para nueve regiones geográficas: Noroeste, Norte, Noreste, Occidente, Centro Norte, Centro, Sur, Golfo, y Península.2 La inclusión de la dimensión regional responde a la necesidad de captar la heterogeneidad de la población rural mexicana, que cuenta con una diversidad cultural y de desarrollo diferenciado a lo largo del territorio (Consejo Nacional de Población [Conapo], 2017). Estos contrastes se pueden vincular al contexto local, al desarrollo económico desigual entre las regiones y a la forma de producción agrícola entre el norte y sur del país (Appendini & Salles, 1977). En el norte y occidente se asentaron las agroindustrias; y en el centro y sur predominó la producción agrícola campesina.
Con la información se elabora un apartado descriptivo sobre las tendencias sociodemográficas y laborales en las localidades rurales, haciendo un especial énfasis entre la población rural joven que se encuentra entre los 15 y 29 años de edad. Y en la parte final del apartado se elabora una regresión logística que tiene el propósito de identificar los principales factores sociales en la inserción laboral de la juventud rural.
Resultados
La población rural mexicana
La población rural de México en el año 2020 registró a 26.0 millones de habitantes, cifra que representa 8.8 millones de personas más que la población registrada en 1960. La estructura de la población rural en 2020 muestra una mayor cantidad de personas que se encontraban en edad de trabajo (entre 15 y 60 años de edad), en comparación con la estructura de la población de 1960, en la que predominaba la presencia de la población infantil. La población del país se concentró en las ciudades, por lo que perdió peso relativo la población rural; esto constituyó una disminución relativa del 49.3% al 20.7%. Sin embargo, la migración no desvincula completamente a sus integrantes del lugar de origen, como consecuencia del fuerte lazo con el territorio y la familia.3 Para contextualizar estas transformaciones, se debe mencionar que la sociedad rural durante este tiempo presentó transformaciones económicas y sociales. Entre las que se pueden mencionar está el cambio en el modelo económico de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), vigente hasta finales de la década de los setenta, a un modelo de crecimiento económico hacia afuera (apertura comercial), que favoreció a las grandes empresas agrícolas y de alimentos a partir de la formalización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994.
El crecimiento de la población en más de cincuenta años ha sido moderado, a pesar de que la fecundidad es mayor entre la población rural en comparación con la población urbana.4 Esto se puede explicar por la persistencia de la emigración a las grandes ciudades y recientemente a ciudades medias. Entre 1940 y 1980 predominó la migración rural-urbana en el país, que se caracterizaba por el desplazamiento de la población de las entidades con menor desarrollo hacia las de mayor desarrollo. Esto fue producto de la creciente demanda de mano de obra en servicios de baja calificación y en la manufactura por las ciudades. Después de los años ochenta se desacelera y cambia el patrón de la migración interna en el que predominan los movimientos urbano-urbano, rural-rural y urbano-rural.5 Para ejemplificar la importancia de la migración interna, mencionamos que: el 18.2% de la población nacional registrada en 2020 nació en una entidad distinta a la de residencia actual; en las localidades mayores de 100 mil habitantes, el 24.4% de las personas tenían esta condición; en las localidades menores de 2 500 habitantes la proporción fue considerablemente menor (9.7%), y cabe mencionar que en los flujos no se mostraron diferencias sustantivas entre hombres y mujeres.6
En términos generales, se ha documentado que la población rural femenina fue la que inicialmente salió de su localidad de origen y se empleó, predominantemente, en el servicio doméstico y enviaba parte de sus ingresos para que se utilizara en la adquisición de los insumos necesarios para la producción campesina y para complementar el ingreso en los hogares (Arizpe, 1980; Arias, 2009); posteriormente se presentó la migración de los varones como una consecuencia de la limitada demanda de trabajo local; recientemente, se han iniciado procesos dinámicos y cotidianos de movilidad entre las localidades de residencia habitual, la escuela y el trabajo (Pérez & Santos, 2013; Sobrino, 2010).7
La juventud rural mexicana8
En el año 2020, 6.3 millones de personas tenían entre 15 y 29 años de edad, cifra mayor en 2.0 millones de personas en relación con la registrada en 1960. Y se debe tener en cuenta que es un grupo heterogéneo que asume responsabilidades económicas y familiares en edades tempranas, especialmente entre la juventud indígena, por lo que no se puede comparar con las trayectorias familiar, laboral y escolar que siguen los jóvenes urbanos (Vázquez & Ortiz, 2018). En el 2020 la asistencia escolar de jóvenes fue del 23.1%, sin mostrar sustantivas diferencias entre hombres y mujeres. Tres cuartas partes de los jóvenes de 15 años asistían a la escuela y en edades mayores el porcentaje disminuye considerablemente, como lo que ocurre entre los jóvenes de 21 años, en los que solamente asiste el 15%. La información es reveladora con respecto a la carencia en el acceso a los servicios escolares.
Entre las razones por las que no continúan sus estudios se encuentran: la infraestructura educativa posterior a la educación secundaria se localiza fuera de la comunidad, lo que dificulta el traslado cotidiano por la carencia de transporte público y vías de comunicación que sean transitables a lo largo del año; los jóvenes que logran completar su bachillerato se encuentran en desventaja para insertarse en la educación superior como resultado de las deficiencias en su formación; algunos se insertan en el mercado de trabajo para contribuir al ingreso familiar de los hogares que se encuentran en condiciones precarias, y las actividades económicas que desarrollan forman parte de su aprendizaje informal, que en el futuro será indispensable para continuar con su trayectoria laboral; y las uniones tempranas son otro factor que incide en el truncamiento de la vida escolar.
La tasa de participación económica de la población de jóvenes rurales fue del 45.7%, mostrando un mayor nivel entre la población masculina que la femenina (68.2 vs. 24.7). Esto es consecuencia de la restricción en los mercados de trabajo rurales, la edad temprana en la unión conyugal, la etapa de crianza de los hijos, lo que impide una plena participación en actividades extradomésticas remuneradas, y las que lo logran tienen una alta selectividad. Por ejemplo, a los 15 años de edad más del 40% de los jóvenes se encuentran en el mercado y, en el caso de las mujeres, cerca del 10%. A los 25 años de edad, cerca del 90% de los varones se encuentran en el mercado de trabajo, así como cerca del 30% de las mujeres (Contreras Molotla, 2018a). Lo que muestra brechas sustantivas y la continuidad en los roles tradicionales entre la juventud.
En las localidades rurales ha ganado presencia la participación de la población ocupada en actividades no agropecuarias, principalmente vinculada con los servicios personales, el comercio al por menor y el trabajo en la construcción. Entre los jóvenes rurales se puede observar el incremento de su participación en ocupaciones no agropecuarias en comparación con la población adulta. Es notorio que entre los varones jóvenes ocupados el trabajo agrícola aún representa una alternativa laboral que concentra el 46.2%. A pesar de que esta cifra fue superior en 20.1 puntos porcentuales en 1990. En el caso de la población ocupada femenina se observa una inserción laboral, predominantemente, en actividades no agropecuarias (85.0%); y este conjunto se caracteriza por el trabajo asalariado.9
La inserción de la juventud rural en los espacios urbanos, por lo regular, se presenta en ocupaciones manuales, inestables y de baja remuneración. Como ejemplo, se puede mencionar a la albañilería, los servicios personales, el comercio en pequeña escala, la venta de alimentos, el servicio doméstico remunerado, entre otros.
La visión regional de la juventud rural
La población de jóvenes rurales mexicanos en 2020 se concentraba principalmente en las regiones Centro y Sur; entre ambas sumaba el 47.2%. Por tanto, estas regiones influyen de manera significativa en los resultados nacionales. Las regiones Centro y Centro Norte se han caracterizado por contar con una menor presencia de varones como efecto de la emigración y la movilidad hacia los centros urbanos de trabajo. La región Noroeste registró una mayor proporción de varones en comparación con el resto del conjunto; dicha región se caracteriza por la presencia de agroindustrias que requieren de jornaleros agrícolas, seleccionadoras y empacadoras de verduras y frutas (Tabla 1).
Tabla 1 Distribución de la población rural joven de México
1990 | 2020 | |||||
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Sexo | Total | Sexo | Total | |||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | |||
Noroeste | 6.6 | 6.1 | 6.3 | 4.6 | 4.4 | 4.5 |
Norte | 6.5 | 6.1 | 6.3 | 4.5 | 4.3 | 4.4 |
Noreste | 3.2 | 2.8 | 3.0 | 2.0 | 1.8 | 1.9 |
Occidente | 11.0 | 12.1 | 11.6 | 9.9 | 9.6 | 9.7 |
Centro Norte | 15.2 | 16.1 | 15.6 | 14.8 | 15.0 | 14.9 |
Centro | 18.6 | 18.6 | 18.6 | 23.0 | 23.1 | 23.0 |
Sur | 20.4 | 20.7 | 20.5 | 23.9 | 24.5 | 24.2 |
Golfo | 16.0 | 15.1 | 15.6 | 14.4 | 14.4 | 14.4 |
Península | 2.6 | 2.4 | 2.5 | 3.0 | 2.9 | 2.9 |
100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | |
3 005 620 | 3 085 700 | 6 091 320 | 3 072 174 | 3 210 754 | 6 282 928 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 1995, 2022).
La juventud rural, recientemente, alcanza 9.5 años de escolaridad, indicador mayor en 3.5 años que el estimado en 1990.10 Lo que muestra un avance paulatino en la formación escolar, y este efecto se puede apreciar con mayor intensidad en las generaciones más jóvenes, que son las que permanecen más tiempo en la escuela y las que tienden a migrar con mayor intensidad. La escolaridad permite que la juventud rural tenga expectativas cercanas a la vida urbana, tanto en el empleo como en el consumo (Hernández Flores, 2017). Sin embargo, el nivel de escolaridad alcanzado no le permite insertarse en el mercado laboral con empleos estables y bien remunerados.
Las mujeres jóvenes han conseguido mayores logros educativos en comparación con los varones; ello ha favorecido la disminución de la brecha por género en este indicador. En las regiones Noroeste y Noreste se registraron los promedios más elevados de escolaridad. En contraparte, el indicador de escolaridad por debajo del promedio nacional se registró en las regiones Sur y Península; en estas regiones existe un amplio conjunto de localidades dispersas y con difícil acceso, lo que dificulta la disposición de servicios escolares que se encuentran fuera de la comunidad (Tabla 2).
Tabla 2 Promedio de escolaridad rural joven de México
1990 | 2020 | |||||
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Sexo | Total | Sexo | Total | |||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | |||
Noroeste | 6.7 | 6.6 | 6.6 | 10.0 | 10.6 | 10.3 |
Norte | 5.8 | 5.9 | 5.8 | 9.0 | 9.3 | 9.2 |
Noreste | 6.2 | 6.1 | 6.1 | 9.7 | 10.0 | 9.8 |
Occidente | 5.4 | 5.4 | 5.4 | 9.2 | 9.6 | 9.4 |
Centro Norte | 5.5 | 5.2 | 5.4 | 9.5 | 9.9 | 9.7 |
Centro | 6.1 | 5.5 | 5.8 | 9.8 | 10.1 | 9.9 |
Sur | 4.9 | 4.0 | 4.5 | 8.8 | 8.6 | 8.7 |
Golfo | 5.4 | 4.8 | 5.1 | 9.5 | 9.7 | 9.6 |
Península | 5.0 | 4.1 | 4.6 | 9.3 | 9.4 | 9.4 |
5.6 | 5.1 | 5.3 | 9.4 | 9.5 | 9.5 | |
3 005 620 | 3 085 700 | 6 091 320 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (INEGI, 1995, 2022).
La tasa de participación económica11 de la juventud rural fue del 45.7%, mostrando la tasa más elevada en la región Occidente, Centro Norte y Península. El mercado de trabajo rural mexicano, por lo regular, cuenta con una mayor presencia de hombres como consecuencia de la restricción que tiene la población femenina para insertarse en actividades económicas, a pesar de que recientemente han ganado mayor presencia (Tabla 3). Sin embargo, aún no se han presentado indicadores que permitan observar la masculinización y el envejecimiento de la población como ha ocurrido en países desarrollados (Camarero, 2019). La disminución de la tasa de participación económica se encuentra relacionada con la prolongación del tiempo que permanecen en la escuela12 (Contreras Molotla, 2018a).
Tabla 3 Distribución de la población económicamente activa rural joven de México
1990 | 2020 | |||||
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Sexo | Total | Sexo | Total | |||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | |||
Noroeste | 75.2 | 22.6 | 49.5 | 63.6 | 29.0 | 46.3 |
Norte | 73.0 | 12.9 | 43.4 | 64.6 | 21.7 | 43.2 |
Noreste | 75.5 | 12.9 | 45.8 | 66.1 | 22.2 | 44.4 |
Occidente | 74.5 | 11.4 | 41.1 | 72.7 | 28.1 | 50.2 |
Centro Norte | 71.4 | 11.9 | 40.4 | 69.4 | 28.4 | 48.3 |
Centro | 74.4 | 13.3 | 43.4 | 68.5 | 27.4 | 47.4 |
Sur | 75.8 | 7.6 | 41.0 | 66.7 | 18.5 | 41.7 |
Golfo | 78.2 | 7.6 | 43.5 | 68.1 | 21.4 | 44.2 |
Península | 82.4 | 9.0 | 46.8 | 71.5 | 25.8 | 48.7 |
75.0 | 11.2 | 42.7 | 68.2 | 24.3 | 45.7 | |
2 220 970 | 341 150 | 2 562 120 | 2 095 411 | 778 813 | 2 874 224 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (INEGI, 1995, 2022).
Como evidencia de las asimetrías regionales en el desarrollo del mercado de trabajo, se observa que en las regiones Golfo y Península se registró la participación económica más elevada para los jóvenes varones y en las regiones Noroeste y Centro Norte se visualizó la tasa de participación económica femenina más elevada -regiones en las que se encuentran asentadas agroindustrias que requieren de fuerza de trabajo especializada en la selección y empaque de frutas y hortalizas-.
Esta información muestra claras diferencias en los mercados de trabajo rurales en el país, que necesitan ser exploradas con mayor detalle debido a su dinamismo. Se tendría que indagar en las características de la infraestructura escolar y laboral con mayor profundidad para dar cuenta de las expectativas de vida de la juventud rural. En la parte final de este apartado se hace un ejercicio estadístico para determinar los factores que inciden en la inserción del mercado de trabajo rural a través del planteamiento de un análisis multivariado.
Sin duda, desde el inicio de la apertura comercial a través de la firma del TLCAN, ha cambiado la configuración de los mercados de trabajo notablemente, pero aún continúa requiriendo de grandes contingentes de mano de obra durante la época de cosecha, que puede llegar hasta cuatro veces por año, dependiendo de la infraestructura, la disposición de agua y el tipo de cultivo. La conformación del mercado de trabajo rural se ha modificado sustantivamente, y esto se puede documentar a través de la distribución de la población rural ocupada.13 Cada vez más, se observa una mayor presencia de ocupaciones no agropecuarias que da nuevos matices a las condiciones productivas y socioeconómicas que se tenía de la sociedad rural. La mayor presencia de ocupaciones no agropecuarias rurales no refleja el mejoramiento en las condiciones económicas y de remuneración, por el contrario, ahora es necesaria la participación de un mayor número de integrantes en el mercado de trabajo para cubrir sus necesidades básicas (Contreras Molotla, 2018b). En parte esto se atribuye a que existe una polarización laboral en la que predomina la demanda de mano de obra no calificada, el crecimiento de las ocupaciones no agropecuarias de autoempleo y una escaza demanda de trabajo altamente especializado y calificado. Por tanto, es necesario matizar la tendencia en el crecimiento de las actividades no agropecuarias rurales.
No es sorpresa que se haya incrementado en un 30% la participación de la juventud en ocupaciones no agropecuarias; esto representa a dos de cada tres jóvenes. En las regiones Centro Norte y Centro se observan las proporciones más altas de jóvenes en ocupaciones no agropecuarias, lo cual se encuentra relacionado con la influencia que ejerce las ciudades cercanas que se han caracterizado por su desarrollo industrial y el crecimiento del comercio y los servicios (tablas 4 y 5).
Tabla 4 Distribución de la población ocupada rural joven de México
1990 | 2020 | |||||
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Agropecuario | No agropecuario | N.E. | Agropecuario | No agropecuario | N.E. | |
Noroeste | 61.0 | 36.1 | 3.0 | 40.7 | 58.5 | .8 |
Norte | 54.5 | 42.6 | 2.9 | 36.8 | 61.2 | 2.0 |
Noreste | 56.2 | 40.6 | 3.2 | 34.6 | 63.8 | 1.6 |
Occidente | 59.9 | 35.3 | 4.8 | 44.0 | 55.3 | .7 |
Centro Norte | 48.2 | 47.6 | 4.2 | 25.3 | 73.4 | 1.4 |
Centro | 47.8 | 49.1 | 3.1 | 24.7 | 74.4 | .9 |
Sur | 76.4 | 20.5 | 3.1 | 53.1 | 46.4 | .5 |
Golfo | 70.2 | 27.5 | 2.3 | 42.3 | 56.9 | .7 |
Península | 62.2 | 35.0 | 2.7 | 34.4 | 65.0 | .7 |
60.5 | 36.2 | 3.3 | 37.3 | 61.8 | .9 | |
1 480 210 | 884 880 | 80 310 | 1 011 006 | 1 674 921 | 23 885 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (INEGI, 1995, 2022).
Tabla 5 Distribución de la población ocupada rural joven masculina de México
1990 | 2020 | |||||
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Agropecuario | No agropecuario | N.E. | Agropecuario | No agropecuario | N.E. | |
Noroeste | 63.9 | 33.3 | 2.8 | 48.9 | 50.2 | .9 |
Norte | 63.2 | 34.4 | 2.4 | 45.7 | 52.6 | 1.6 |
Noreste | 63.7 | 33.3 | 3.0 | 43.0 | 55.5 | 1.6 |
Occidente | 67.5 | 28.8 | 3.7 | 53.8 | 45.6 | .7 |
Centro Norte | 54.7 | 41.6 | 3.7 | 31.6 | 67.0 | 1.4 |
Centro | 55.2 | 42.3 | 2.5 | 31.1 | 68.1 | .8 |
Sur | 82.4 | 15.5 | 2.1 | 63.6 | 36.0 | .4 |
Golfo | 75.6 | 22.8 | 1.5 | 52.2 | 47.2 | .6 |
Península | 67.9 | 29.9 | 2.2 | 43.7 | 55.6 | .7 |
67.3 | 30.2 | 2.6 | 46.2 | 53.0 | .8 | |
1 423 530 | 638 350 | 54 510 | 907 145 | 1 040 226 | 15 800 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (INEGI, 1995, 2022).
La proporción de jóvenes varones en actividades no agropecuarias se duplicó entre 1990 y 2020, concentrando a tres de cada cinco jóvenes. Estas cifras son más elevadas en las regiones Centro Norte y Centro, con siete de cada diez jóvenes. Una parte del crecimiento de estas actividades se encuentra relacionado con el crecimiento de los talleres familiares de manufactura a las grandes empresas (Velasco & Rojas, 2021) (Tabla 5). En contraparte, la región Sur es la que presenta una menor proporción de trabajadores no agropecuarios, a pesar de que se incrementó en un 22% en comparación con la información registrada en 1990, y en algunas regiones representa un porcentaje más elevado y una de las pocas alternativas de trabajo.
La información desagregada para las mujeres jóvenes indica que se insertan principalmente en ocupaciones no agropecuarias. En este sector se encuentran nueve de cada diez mujeres jóvenes (Tabla 6). Esta situación no se refleja con la misma magnitud en la región Noroeste; esto se encuentra relacionado con la presencia de la agroindustria, que demanda trabajo femenino para la selección y empaque de las legumbres (Lara Flores, 1995; Barrón, 1997), consolidando un nicho laboral.
Tabla 6 Distribución de la población ocupada rural joven femenina de México
1990 | 2020 | |||||
---|---|---|---|---|---|---|
Agropecuario | No agropecuario | N.E. | Agropecuario | No agropecuario | N.E. | |
Noroeste | 51.2 | 45.2 | 3.6 | 23.0 | 76.3 | .6 |
Norte | 5.6 | 88.7 | 5.7 | 11.1 | 85.8 | 3.0 |
Noreste | 8.9 | 86.5 | 4.7 | 9.6 | 88.7 | 1.7 |
Occidente | 16.8 | 72.4 | 10.8 | 19.8 | 79.4 | .8 |
Centro Norte | 14.0 | 79.6 | 6.5 | 10.9 | 87.8 | 1.4 |
Centro | 7.6 | 85.9 | 6.5 | 10.0 | 89.0 | 1.0 |
Sur | 19.8 | 67.8 | 12.5 | 18.9 | 80.4 | .7 |
Golfo | 12.1 | 77.2 | 10.7 | 12.5 | 86.2 | 1.2 |
Península | 6.9 | 85.6 | 7.5 | 8.6 | 90.7 | .7 |
17.2 | 74.9 | 7.8 | 13.9 | 85.0 | 1.1 | |
56 680 | 246 530 | 25 800 | 103 861 | 634 695 | 8 085 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (INEGI, 1995, 2022).
A continuación, revisamos la posición en el trabajo con la que se puede hacer una aproximación a las relaciones salariales en el mercado de trabajo rural e identificar los principales cambios en los últimos treinta años. En 1990 se observa una demanda elevada de jornaleros y peones, principalmente asociados al trabajo agrícola asalariado, en comparación con los empleados y obreros, relacionados más con las actividades secundarias y terciarias; los trabajadores por cuenta propia representaron una tercera parte entre los jóvenes. En 2020 se presentaron cambios que indican la mayor presencia de empleados y obreros, la disminución de los trabajadores por cuenta propia, los jornaleros y peones (20% y 10%, respectivamente) (Tabla 7). Estos cambios pueden ser la antesala del abandono de la producción agrícola entre la juventud. Esto muestra diferencias a lo largo del territorio. Como se ha comentado, las regiones del norte del país son las que tienen una mayor demanda de trabajo agrícola asalariado y en la región del sur se concentra una mayor presencia de población campesina, por lo que prevalecen los trabajadores agrícolas por cuenta propia y los trabajadores familiares sin pago.
Tabla 7 Distribución de la población ocupada rural joven masculina por posición en el trabajo
Empleado u obrero | Jornalero o peón | Ayudante con pago | Patrón | Trabajador por cuenta propia | Trabajador sin pago | N.E. | Total | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Noroeste | 49.3 | 35.0 | 6.3 | .6 | 6.2 | 2.6 | .1 | 100 |
Norte | 55.3 | 15.5 | 6.9 | 1.2 | 9.7 | 11.3 | .0 | 100 |
Noreste | 52.7 | 26.6 | 6.8 | 1.3 | 6.9 | 5.7 | .0 | 100 |
Occidente | 44.6 | 30.3 | 8.6 | 1.1 | 9.0 | 6.4 | .0 | 100 |
Centro Norte | 54.1 | 23.3 | 10.8 | .7 | 5.8 | 5.2 | .0 | 100 |
Centro | 47.8 | 17.9 | 15.5 | .8 | 10.9 | 7.0 | .0 | 100 |
Sur | 24.5 | 18.9 | 8.4 | .9 | 21.3 | 26.0 | .0 | 100 |
Golfo | 38.0 | 31.8 | 12.3 | .7 | 9.6 | 7.7 | 100 | |
Península | 45.4 | 18.7 | 10.3 | 1.1 | 14.3 | 10.2 | .0 | 100 |
Total | 42.0 | 23.1 | 10.9 | 0.8 | 12.0 | 11.2 | .0 | 100 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 2020 (INEGI, 2022).
Entre las regiones predomina el trabajo subordinado en las regiones Noroeste, Centro Norte y Noreste. En contraparte, en la región Sur se observa una proporción importante de trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares sin pago, que responde a las características de una mayor presencia de población campesina con parcelas familiares de temporal.
Entre las jóvenes la categoría predominante fue de empleadas y obreras, que en 1990 superaba el 80% en las regiones Norte, Noreste y Centro. En la mayoría de las regiones fue pequeña la proporción de jornaleras, con excepción de la región Noroeste. La mayor presencia de trabajadoras por cuenta propia se localizó en la región Sur. Las tendencias se mantuvieron para el 2020, solamente se presentó la reducción en las categorías de empleada, jornaleras y un aumento entre las trabajadoras familiares sin pago (Tabla 8).
Tabla 8 Distribución de la población ocupada rural joven femenina por posición en el trabajo
Empleado u obrero | Jornalero o peón | Ayudante con pago | Patrón | Trabajador por cuenta propia | Trabajador sin pago | N.E. | Total | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Noroeste | 64.8 | 18.2 | 4.6 | 1.3 | 8.3 | 2.8 | .0 | 100 |
Norte | 74.6 | 3.6 | 5.5 | 1.4 | 8.7 | 6.1 | .1 | 100 |
Noreste | 74.9 | 5.2 | 5.4 | 1.2 | 9.0 | 4.3 | .0 | 100 |
Occidente | 62.3 | 9.6 | 9.1 | 1.3 | 11.7 | 5.9 | .2 | 100 |
Centro Norte | 74.0 | 6.2 | 6.4 | .7 | 7.4 | 5.4 | .0 | 100 |
Centro | 62.1 | 4.4 | 10.9 | .9 | 13.8 | 8.0 | .0 | 100 |
Sur | 40.3 | 3.8 | 10.6 | .9 | 26.8 | 17.6 | .0 | 100 |
Golfo | 56.3 | 5.3 | 12.5 | .9 | 16.6 | 8.5 | .0 | 100 |
Península | 59.3 | 2.8 | 10.1 | .8 | 17.2 | 9.7 | .0 | 100 |
Total | 60.1 | 5.9 | 9.4 | .9 | 14.7 | 8.8 | .0 | 100 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 2020 (INEGI, 2022).
Con el propósito de aproximarnos a la formalidad del trabajo, revisamos el acceso al servicio médico derivado del trabajo, que, además, es un indicador de las condiciones de estabilidad laboral, de la relación laboral entre el trabajador y el empleador. Solamente se dispone de la información para 2020. La disposición del servicio médico representa una quinta parte entre los jóvenes y cerca de una tercera parte entre las mujeres. La mayor proporción en el acceso a servicio médico entre la juventud rural se localizaba en las regiones Norte, Noroeste y Noreste y la más baja en la región Sur (Tabla 9). La información revela la precariedad generalizada de las condiciones laborales entre las jóvenes asalariadas.
Tabla 9 Distribución de la población ocupada rural joven por acceso a servicio médico
Hombres | Mujeres | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Acceso a servicio médico | Acceso a servicio médico | |||||||
Si | No | N.E. | Total | Si | No | N.E. | Total | |
Noroeste | 31.8 | 65.5 | 2.6 | 100 | 48.7 | 48.8 | 2.4 | 100 |
Norte | 42.5 | 55.1 | 2.5 | 100 | 50.0 | 47.7 | 2.3 | 100 |
Noreste | 32.0 | 66.3 | 1.7 | 100 | 45.9 | 52.3 | 1.8 | 100 |
Occidente | 18.8 | 79.9 | 1.4 | 100 | 27.2 | 70.5 | 2.3 | 100 |
Centro Norte | 30.5 | 67.7 | 1.8 | 100 | 43.6 | 54.1 | 2.3 | 100 |
Centro | 16.2 | 82.3 | 1.6 | 100 | 21.6 | 76.1 | 2.3 | 100 |
Sur | 8.9 | 90.0 | 1.1 | 100 | 15.2 | 82.5 | 2.3 | 100 |
Golfo | 15.3 | 83.3 | 1.3 | 100 | 22.9 | 74.6 | 2.4513 | 100 |
Península | 24.5 | 74.0 | 1.5 | 100 | 28.3 | 69.5 | 2.2 | 100 |
Total | 20.2 | 78.2 | 1.6 | 100 | 29.5 | 68.2 | 2.3 | 100 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 2020 (INEGI, 2022).
Los ingresos por trabajo en México han presentado un descenso gradual desde la crisis de los años ochenta, las estimaciones indican que el salario mínimo perdió cerca del 75% de su poder adquisitivo (Garavito & Olguín, 2015). Incluso el ingreso por trabajo es menor en comparación con el registrado en la década de los noventa. De tal forma, los ingresos14 que se reportaron en 1990 eran superiores a los reportados para el año 2020.15 Las diferencias salariales se podían apreciar con mayor nitidez entre las ocupaciones y las regiones en 1990. En fechas recientes esta brecha ha disminuido como un efecto de la baja remuneración generalizada.
Las diferencias salariales entre las ocupaciones agropecuarias y las no agropecuarias eran más nítidas en 1990. La mayor remuneración se relacionaba con ocupaciones no agropecuarias calificadas, que hacen referencia a trabajadores en el servicio escolar, administrativo, de salud y, recientemente, están integradas en gran parte por ocupaciones no calificadas, de refugio, de autoempleo, como el comercio al por menor y los servicios personales.16
Las diferencias en el ingreso entre mujeres y hombres se han diluido entre los dos momentos como consecuencia de la reducción en la remuneración. Los ingresos medianos ya no muestran diferencias sustantivas, con excepción de las regiones Noroeste y Noreste, regiones en las que se mostró el mayor ingreso. Las regiones Sur y Golfo registraron ingresos laborales menores que se redujeron dramáticamente (Tabla 10).17
Tabla 10 Ingreso promedio mensual de la población ocupada rural joven de México
1990 | 2020 | |||||
---|---|---|---|---|---|---|
Sexo | Total | Sexo | Total | |||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | |||
Noroeste | 9,321 | 6,135 | 8,752 | 6,131 | 5,482 | 5,926 |
Norte | 8,712 | 6,987 | 8,503 | 5,437 | 4,994 | 5,322 |
Noreste | 5,930 | 5,633 | 5,900 | 5,557 | 5,171 | 5,460 |
Occidente | 8,215 | 6,290 | 7,972 | 5,730 | 4,577 | 5,398 |
Centro Norte | 6,914 | 6,208 | 6,824 | 5,380 | 4,858 | 5,220 |
Centro | 6,097 | 5,477 | 6,016 | 4,730 | 4,315 | 4,605 |
Sur | 6,094 | 6,426 | 6,123 | 2,688 | 2,741 | 2,700 |
Golfo | 5,546 | 6,599 | 5,622 | 4,112 | 3,629 | 3,992 |
Península | 4,812 | 4,382 | 4,779 | 4,240 | 3,579 | 4,064 |
6,705 | 6,109 | 6,638 | 4,460 | 4,137 | 4,371 |
Fuente: Estimaciones propias con la muestra del Censo de Población y Vivienda de 1990 y 2020 (INEGI, 1995, 2022).
Factores asociados con la participación económica de la juventud rural
A continuación, se plantea un modelo de regresión logística con el objetivo de identificar los factores que se encuentran asociados con la participación económica entre la juventud rural. Entre las dimensiones consideradas en el análisis se encuentran las características individuales y las condiciones del contexto de la familia y del lugar de residencia, mostrado por la región de residencia habitual.
Inicialmente, se plantea un modelo general en el que se incorporan las siguientes variables: la edad, el sexo, la escolaridad, la asistencia escolar, la condición de hablante de lengua indígena, el estado civil, la jefatura del hogar, la presencia de menores de 5 años en el hogar, la presencia de menores entre 6 y 12 años, la presencia de adultos de 18 años o más, y la región de residencia se introduce como una variable de control que contempla a las 9 agrupaciones que se han venido trabajando a lo largo de este documento (Tabla 11).
Tabla 11 Modelo de regresión logística
Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | ||
---|---|---|---|---|
General | Hombres | Mujeres | ||
Sexo | Mujer | - | - | - |
Hombre | 10.029 | - | - | |
Edad | 15-19 | - | - | - |
20-24 | 3.927 | 3.687 | 3.419 | |
25-29 | 5.743 | 4.789 | 5.47 | |
Escolaridad | Sin escolaridad | - | - | - |
Primaria | 1.456 | 1.718 | 1.623 | |
Secundaria | 1.218 | 1.076 | 1.852 | |
B. tecnológico | 0.999* | 0.508 | 2.679 | |
Bachillerato | 0.995* | 0.627 | 2.215 | |
Profesional y más | 0.962 | 0.288 | 3.26 | |
Hablante de lengua indígena | No | - | - | - |
Si | 0.939 | 0.866 | 1.031* | |
No especificado | 0.875 | 0.817 | 0.957* | |
Unión | Unido | - | - | - |
Soltero | 1.064 | 0.336 | 2.796 | |
No especificado | 0.485 | 0.169 | 1.372 | |
Jefatura del hogar | Mujer | - | - | - |
Hombre | 1.251 | 1.077 | 1.505 | |
Menores de 5 años | 0 | - | - | - |
1 | 1.138 | 0.982* | 1.282 | |
2 | 1.161 | 1.014* | 1.218 | |
3 o más | 1.006 | 0.982* | 0.984 | |
Escolares 6-12 | 0 | - | - | - |
1 | 1.04 | 0.909 | 0.899 | |
2 | 0.918 | 0.845 | 0.88 | |
3 o más | 0.905 | 0.875 | 0.909 | |
18 o más | 0 | - | - | - |
1 | 0.816 | 0.808 | 0.862 | |
2 | 0.801 | 0.637 | 0.593 | |
3 | 0.94 | 0.963 | 0.978 | |
4 | 1.058 | 1.02 | 1.054 | |
5 | 1.078 | 0.999 | 1.099 | |
Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | ||
General | Hombres | Mujeres | ||
Región | Sur | |||
Noroeste | 1.408 | 1.167 | 1.973 | |
Norte | 1.097 | 0.974 | 1.282 | |
Noreste | 1.116 | 1.000* | 1.337 | |
Occidente | 1.44 | 1.348 | 1.668 | |
Centro Norte | 1.253 | 1.023 | 1.609 | |
Centro | 1.386 | 1.273 | 1.615 | |
Golfo | 1.212 | 1.365 | 1.118 | |
Península | 1.474 | 1.523 | 1.565 | |
Bondad de ajuste | ||||
R cuadrado de Nagekerke | 0.392 | 0.348 | 0.392 | |
R cuadrado de Cox y Snell | 0.291 | 0.254 | 0.291 | |
Clasificación | 77.50% | 63.60% | 81.20% |
Fuente: Estimación propia con datos de la Muestra del Censo de Población y Vivienda 2020 (INEGI, 2022).
* Variables no significativas.
El modelo general indica que la variable más importante para la incorporación al mercado de trabajo es el género, por lo que los hombres tienen una mayor posibilidad de incorporarse en comparación con las mujeres -10 veces más-. La variable de la edad es la segunda en importancia, especialmente en el grupo de 25 a 29 años de edad, en el que gran parte se encuentra unida, ha formado un nuevo hogar y ha adquirido responsabilidades económicas. La variable del nivel de escolaridad coloca la primaria y secundaria como un factor que incrementa la posibilidad de ser económicamente activo. Esto se encuentra relacionado con la demanda de trabajo manual, las dificultades en el acceso a los servicios escolares posteriores a la secundaria y las condiciones económicas apremiantes de los hogares de sus progenitores. La variable del contexto de residencia indica que las regiones geográficas Península, Occidente y Centro son las que muestran mayores posibilidades de inserción laboral. En el contexto familiar se puede apreciar que en los hogares con jefatura masculina se favorece la participación económica en comparación con los hogares con jefatura femenina. La presencia de menores no muestra grandes diferencias en la inserción laboral. El modelo de la participación económica masculina no presenta variaciones importantes con respecto al modelo general, y por tal razón no se entra en detalle.
En el modelo de la participación económica femenina se muestra que la variable de la edad tiene un peso muy importante, por ejemplo, el grupo de 25 a 29 años tiene 5 veces más posibilidades de participar que el grupo de 15 a 19 años de edad. La escolaridad es una de las variables centrales que favorecen la inserción laboral, y la formación profesional, el bachillerato y el bachillerato tecnológico tienen los coeficientes más elevados entre las mujeres. La conyugalidad no favorece la participación en el mercado laboral de las jóvenes rurales, seguramente porque esta condición acarrea una alta demanda de tareas de cuidado y con crianza que recaen sobre ellas al estar unidas. Las regiones con mayores posibilidades de participación económica se encontraron en las regiones Noroeste, Occidente y Centro Norte.
El modelo de la participación económica masculina es muy semejante al modelo general, debido a que representa una parte sustantiva del total de la población ocupada, en el que tienen peso la edad y la menor escolaridad como factores que favorecen la inserción laboral, en sentido opuesto a lo que ocurre con el bachillerato, bachillerato tecnológico y profesional. En el modelo de la población femenina se puede observar que la escolaridad es un factor positivo en la inserción económica. Entre los jóvenes la soltería desincentiva la participación económica, de forma contraria a lo que ocurre entre las jóvenes. La presencia de adultos en el hogar también desincentiva, situación semejante al de las mujeres, en que la presencia de dos adultos es señal de una menor participación, y finalmente la condición de hablante de lengua indígena desincentiva la participación económica, lo que puede ser un reflejo de la segregación o discriminación en el mercado de trabajo (Tabla 11).
Con el ejercicio multivariado que se presentó se puede constatar que existen factores diferenciados que promueven la inserción en el mercado de trabajo entre mujeres y hombres rurales jóvenes, que se encuentran asociados con el contexto residencial, familiar y con las condiciones individuales que, en cierta medida, reproducen los roles más tradicionales entre la sociedad rural, con claras excepciones que requieren de una mayor profundización para documentar las transformación en los roles familiares.
Comentario final
La juventud rural mexicana está transitando gradualmente hacia el trabajo no agropecuario en condiciones precarias. Existe una diferenciación clara con respecto a la región geográfica de residencia habitual que se encuentra relacionado con el desarrollo económico a lo largo del país: en el pasado, el desarrollo de las agroindustrias proporcionó empleo a gran parte de la población rural joven. Esto se ha transformado gradualmente como parte de la búsqueda de alternativas laborales que ofrezcan mejores prestaciones. El efecto de la educación se puede apreciar con mayor claridad entre las mujeres en comparación con los hombres, aunque persiste una baja demanda de trabajo femenino.
Existe una clara distinción entre las y los jóvenes que se encuentran en el mercado de trabajo. Los varones se insertan principalmente en actividades agropecuarias, a pesar de que esto ha cambiado sostenidamente. Las mujeres jóvenes se insertan preferentemente en actividades no agropecuarias. Es importante mencionar que las características del empleo al que accede la juventud rural ofrecen condiciones inestables y precarias, que se acentúan de acuerdo a la región geográfica de residencia. Las regiones Norte y Noroeste han mostrado mejores indicadores en comparación con la región Sur, por lo que se tendría que promover iniciativas que reduzcan la brecha económica que persiste entre las regiones.
Es claro que continúan prevaleciendo las diferencias en el progreso entre las regiones, de acuerdo con su formación histórica, sin embargo, se podría esperar que las diferencias se diluyeran debido a la precarización del trabajo, situación que ocurre parcialmente. Es indudable que la infraestructura juega un papel en el impulso de la juventud para continuar con su formación y en la búsqueda de trabajo, lo cual acarrea un intercambio que contrapone las expectativas de vida y de consumo entre la sociedad rural y urbana, planteando un escenario que refuerza la salida de la población rural joven.
Las asimetrías entre las regiones en el nivel de escolaridad, la retribución salarial y la heterogeneidad del mercado de trabajo configuran escenarios culturales, sociales y económicos diversos, por lo que será importante profundizar en los itinerarios migratorios, escolares y laborales, con la finalidad de construir una visión amplia sobre la juventud rural mexicana.
El desarrollo limitado del mercado de trabajo y sus condiciones laborales precarias no incentivan la formación académica y técnica de las nuevas generaciones. Por lo que prevalece un proceso de emigración de la juventud rural mexicana por motivos laborales y escolares, promoviendo el desarraigo rural por las inequidades en el territorio. La información regional sugiere un proceso diferenciado en el acceso y la calidad de los empleos y de las instituciones escolares. Finalmente, la escolaridad alcanzada por la juventud rural es insuficiente para competir en el mercado de trabajo por empleos estables y bien remunerados, tanto en espacios rurales como urbanos.
Después de revisar la información de los Censos de Población y Vivienda nacionales, surge la necesidad de analizar los eventos que marcan la transición a la vida adulta de la población rural. Los análisis del patrón y de la secuencia de los eventos que conforma esta transición requieren de fuentes de información longitudinales o retrospectivas, asumiendo que los eventos se pueden presentar de manera simultánea y que difieren significativamente de la duración y secuencias que experimenta la juventud urbana.
Los eventos ocurren en edades tempranas debido a que la formación no se prolonga de la misma forma que entre la población urbana, por lo que se deberían implementar mecanismos que promuevan la formación superior. La comprensión de las expectativas de vida de la juventud rural contemporánea requiere de análisis en distintos niveles para su comprensión e impulso de acciones que promuevan su desarrollo.